El elusivo mundo de los beneficios de la RSE.
- 26/04/2007
- Argentina
Por Alicia Rolando de Serra
Directora de Investigación y Desarrollo
IARSE [email protected]
Por lo general, cuando se comienza a hablar de RSE surge con fuerza la pregunta sobre los beneficios que aporta su ejercicio al desempeño y éxito económico de las empresas, al business case. Se trata de un tema que está permanentemente presente en conferencias, estudios de investigación (1), artículos y debates.
No obstante se ha avanzado lentamente en la recolección de evidencias (y las razones de esto no sólo están centradas en las dificultades de medición y cuantificación de variables, que muchas veces son intangibles), también parte de lo elusivo de la respuesta pasa en gran medida por el grado de aplicación de la RSE por parte de las empresas y por la creciente complejidad de un mundo cada vez más interdependiente, donde las respuestas a las oportunidades y los riesgos económicos, sociales y ambientales ya no se encuentran circunscriptos a los límites meramente institucionales, locales, geográficos o nacionales. Hoy las respuestas a muchas de las preguntas que nos hacemos no se resuelven en soledad.
Teniendo esto en mente, y para ir introduciéndonos en tema, podemos decir que hay ciertos beneficios que se obtienen de una gestión socialmente responsable y que están sustentados por datos objetivos o percepciones compartidas.
Por lo general, se dice que el ejercicio de la RSE aporta a:
. Una mejor imagen y reputación de la empresa en la sociedad y, en consecuencia, una optimización de las relaciones entre ambas.
. Un mayor compromiso con la compañía por parte del público interno (sentido de pertenencia) y los proveedores.
. Mayores niveles de fidelización de clientes y consumidores.
. Una reducción del riesgo empresario asociado a la “ética del cuidado”.
. Una mejora del clima laboral.
. La posibilidad de ingreso a nuevos mercados y de integrar la cadena de valor de grandes compañías.
La existencia de un entorno socioeconómico favorable para el desarrollo de los negocios (por aquello de que no se puede progresar en sociedades fracasadas).
Hay evidencias que acompañan a estas afirmaciones. A modo de ejemplo, resulta poco discutible el primer argumento: el aporte de la RSE a la reputación corporativa, tema para nada menor a la hora del desarrollo de los negocios y la participación en los mercados.
En una reciente encuesta (2) el 49% de los altos directivos europeos afirma que la principal razón que les impulsa a implantar prácticas de responsabilidad social corporativa es la de “mejorar la reputación de la marca y la imagen corporativa”.
Días atrás Phillip Rudolph (3) destacaba en Córdoba la importancia de la reputación empresarial en el valor bursátil de las compañías (4).
En Estados Unidos, el capital invertido con algún criterio de inversión socialmente responsable (ISR) ha experimentando en el último decenio un incremento anual del 26% hasta llegar en el 2005 a los 2,29 billones de dólares (5).
A esta altura del artículo, probablemente el lector esté pensando que todos estos argumentos le resultan un tanto distantes de nuestra realidad, aunque marquen una tendencia si tenemos en cuenta aquello de la interdependencia. Pero, ¿cuánto valor tiene la reputación y la imagen de su compañía en un país, como el nuestro, que se encuentra situado en el puesto 93 de los 163 países relevados en el Índice de Transparencia Internacional? (6) Ciertamente mucha, especialmente cuando el dialogo con los públicos con los que las empresas se relacionan va cobrando cada vez mayor vigencia. Es difícil establecer una relación de calidad con los distintos públicos de interés si no se parte de la credibilidad.
Podríamos recorrer cada uno de los argumentos referidos a los beneficios que aporta el ejercicio de la RSE a la competitividad empresarial, pero mucho más productivo sería plantear el desafío al interior de su propia empresa: ¿Cuáles son los beneficios que le depararía a su empresa la implantación de la RSE?
Para saberlo, hoy existen instrumentos (7) y herramientas que permiten partir de un diagnóstico de situación, trazar la línea de base a partir de la cual cada gerencia puede establecer sus metas anuales en materia de RSE, definir indicadores para monitorear la evolución de los parámetros, arribar a los resultados obtenidos en el período, y poder compararse con sus pares. Ello será posible, si la RSE forma parte del corazón del negocio y la cultura de la empresa. Si la RSE constituye una actividad marginal, complementaria a la gestión de la compañía, difícilmente podrá generar beneficios sostenibles para la propia empresa o la sociedad.
Pero como decíamos al principio, el tema no se agota sólo en el caso individual. “Hasta ahora, el debate ha apuntado fundamentalmente, a lo que las distintas empresas pueden hacer para mejorar el logro del desarrollo sustentable… Debemos explorar los desafíos, dilemas y tensiones que rodean el debate de la responsabilidad empresarial y, sobre todo, su relación con la ventaja competitiva de las naciones” (8).
Mientras trabajamos en ello, no deberíamos perder de vista que los postulados de la RSE constituyen uno de los caminos que conducen a la consideración de valores esenciales, que por lo menos una parte de la humanidad busca con desesperación para dar sentido a su existencia: el respeto a la vida, a la naturaleza que nos sostiene y a la posibilidad de ejercitar nuestra capacidad de solidarizarnos con el “otro” considerando que somos el “otro” para nuestros semejantes.
Referencias:
(1) Ver Competitividad Responsable América Latina (2006) http://www.accountability21.net/uploadstore/cms/docs/Competitividad%20Responsable.pdf
(2) “European Bussines Monitor”. Europa Press. Marzo. 2006.
(3) Vicepresidente de “Ethical Leadership Group” Consultor en ética y responsabilidad corporativa para empresas multinacionales.
(4) El cuadro presenta datos brindados por Phillip H. Rudolf en la Conferencia “Ética y Negocios. La Responsabilidad Social, convicción y estrategia”. Córdoba. 2006.
(5) Social Investment Forum. Enero. 2006.
(6) Índice de Percepción de la Corrupción 2006 de Transparencia Internacional: Argentina con 2,9 puntos, se ubicó en el puesto 93, entre los 163 países relevados. Comparte esa posición con Armenia, Siria y Tanzania entre otros países. La cifra indica que nuestro país se mantiene entre las naciones que enfrentan los más altos niveles de corrupción.
(7) Indicadores de RSE Ethos/IARSE.
(8) Swift, T. y Zadek (2002) Corporate Responsibility and the Competitive Advantage of Nations. AccountAbility/The Copenhagen Centre. Londres