Notarios: Constructores de convivencia

Todo indica que la imagen que tenemos la mayoría de colombianos de nuestros respetados notarios, de personas extremadamente serias, metidas en el último rincón de su Notaría -lejos de los usuarios-, y dedicados a poner en los documentos unos ¨chulitos¨ que dan fe de la autenticidad de los actos notariales, cambiará. Hoy existe dentro de la institución notarial, un consenso sobre el papel que deberá desempeñar el notario de cara al siglo XXI y frente a nuestra realidad económica y social: contribuirán efectivamente a la seguridad jurídica, mediante la modernización e integración de la actividad notarial con el Registro Público de la propiedad. Lo anterior lo expuse la semana pasada en un encuentro de notarios y registradores de todo el país, congregados en un seminario bajo el sugestivo nombre: ¨Servicio integral con soporte inteligente¨, cuyo propósito fue el de inducir el proceso de modernización que marcará hacia el futuro el desempeño de la institución notarial. Lo interesante del tema es la posibilidad de dar respuesta a la necesidad que tiene nuestro Estado de redefinir las relaciones con la sociedad, a partir de las potencialidades que generan las tecnologías de la información. Se trata de recuperar la credibilidad y la confianza de los ciudadanos en sus instituciones, a través de la eficacia en el cumplimiento de su objeto social y de una mayor capacidad de respuesta. Su logro implica adquirir un intangible: cooperación ciudadana y apuntalamiento de la democracia. La institución notarial ha aceptado este reto. Y a través de su proceso de modernización y de su función -fundamentada en el principio de rogación y la voluntad de acuerdo-, habilitará un mecanismo que tendrá gran impacto en toda nuestra sociedad, especialmente porque salvaguardará los principios y valores del Estado Social de Derecho, y pondrá al ciudadano en el centro principal de sus motivaciones y la razón de su existencia. Se trata de permitirle al notario el acceso directo a la información que ofrecen los registros de la propiedad inmueble antes de otorgar la escritura pública. Es un salto cualitativo que hará trascender la función de asesor del notario en la conducción de los negocios entre los particulares, para pasar a ejercer un control de legalidad material que les otorgue certeza jurídica a los otorgantes. El Registro contiene información valiosa que le permitirá al notario verificar si quien dice ser dueño lo es efectivamente según la anotación correspondiente en el folio de matrícula inmobiliaria, para que los otorgantes puedan firmar el instrumento con toda seguridad. Así mismo, una vez autorizada la escritura podrá solicitar el registro provisional y de manera concomitante remitir digitalmente el protocolo con la precalificación del acto para que en las siguientes 72 horas un registrador remoto autorice o niegue el registro definitivo. De esta suerte el usuario saldrá de la Notaria, en términos de horas, no sólo con el título sino con la realización del modo, con las obligaciones del contrato y con la transferencia de la propiedad adquirida, es decir, sale de la Notaría como un feliz propietario de su inmueble. Este significativo paso evitará las estafas por venta en cosa ajena como cosa propia, o por venta con limitaciones de dominio inadvertidas o de bienes cuyos linderos y cabidas difieran de la realidad física, catastral. También evitaría la falsedad tanto en documento público como privado, el fraude procesal, la destrucción o supresión de documento público, la falsedad personal, el falso testimonio, y situaciones irregulares que terminan por afectar la entrega de la titularidad sobre los inmuebles durante el tiempo en que permanece en esa especie de ¨limbo jurídico¨ del proceso actual entre la constitución del título y la realización del modo. En un relativo corto plazo, la integración del registro de instrumentos públicos y la función notarial, crearía una nueva dinámica y una nueva cultura en la forma como se relaciona el Estado con el ciudadano. Ese será el reto y el aporte del notario en el siglo XXI, como constructor de convivencia.